Reyes Magos encontrarán escasez, inflación y austeridad
No hay oro, incienso ni mirra. Después de las fiestas navideñas, enero se percibe como un mes difícil de afrontar económicamente
Salvador Passalacqua
@spassalacqua
Los primeros días de enero prometen ser el reflejo de la agudización de la crisis que el Gobierno ha preferido tratar con narrativa de guerra. En Anzoátegui, la percepción que se impone es la de un inicio de año mucho más difícil que los anteriores, una desesperanza insuflada, en gran medida, por las colas de hasta ocho horas para adquirir productos básicos y el incremento de precios de la segunda mitad de diciembre.
En la nevera de Irma Castillo, una maestra incapacitada residente de Barrio Sucre, en Barcelona, solo hay hallacas congeladas, verduras y botellas de refresco. “Ahí puedes ver lo que va a pasar. Se van a acabar las hallacas en cualquier momento y no vamos a tener qué comer. Ni siquiera es por falta de dinero, porque algo tenemos. Después del 20 de diciembre no conseguí carne ni pollo en ningún lado”, relató.
Las utilidades que le pagó el Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS) no le rindieron como esperaba. “Pude comprar dos regalitos para mis nietos y también hice un mercado. Pero más nada. Ahora me queda esperar la quincena para resolver, si es que encuentro toda la comida”. Los pensionados y jubilados cobraron 12.745 bolívares de forma fraccionada. La canasta básica Cendas superó los 26.500 bolívares en noviembre.
La vecina de Castillo, María Diluvina Orozco, compró comida suficiente, pero quedaron sin tachar de la lista la mayoría de los productos de limpieza e higiene personal. “No nos queda mucho champú y menos suavizante de ropa. Si eso no se consigue normalmente, ¡imagínate en enero!”, bramó.
Ambas mujeres solían salir juntas a la caza de alimentos prácticamente a diario. Los hechos recientes en las colas las llevaron a tomar la determinación de evadir los mensajes de hermanas, primas, amigas y empleados de supermercados, cuando hay pollo, leche o harina a precios regulados. En el abasto Bicentenario de la avenida Intercomunal hubo disparos y bombas lacrimógenas el pasado 18 de diciembre. Una multitud desesperada por comprar derribó el portón de acceso al estacionamiento.
“Creo que lo mejor es consumir lo necesario, no malgastar, comer solo desayuno, almuerzo y cena, porque además de todo, los muchachos vuelven a clase”, recomienda Marcos Pérez, padre y trabajador informal de 48 años. En enero no habrá salidas al parque ni al cine con sus hijos para poder cubrir los austeros gastos familiares.
Sin rastro de las utilidades y con altos precios
La economista Angélica López, egresada de la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho (UGMA), explica que en el comportamiento del consumidor incide directamente el constante aumento de los precios: “La inflación acumulada es cada vez mayor. La situación económica general del país hizo que la mayoría de las personas no escatimaran en gastos y terminaran consumiendo sus bonificaciones de fin de año. En consecuencia, hay menos capital para el consumo durante estos días”.
No son buenos tiempos ni siquiera para los precavidos. El señor Asdrúbal Campos, quien repara neveras a domicilio, teme que los altos precios afecten los ahorros de su trabajo independiente. “Sé que con lo que tengo no voy a poder comprar lo mismo que en diciembre, pero ojalá tampoco se me haya vuelto nada”, espera. El dinero costeará el primer mercado del año de una familia con cuatro hijos menores de edad.
En cambio, María Chacín, de 66 años, optó por invertir su efectivo de una peculiar manera. “Siempre guardaba una parte de mis aguinaldos, pero ¿cómo hacerlo ahorita? Creo que nadie puede hacerlo”. Su plan para evadir la inflación fue comprar artículos del hogar importados, como lámparas, bombillos, vajillas y cubiertos, para venderlos luego al precio que marquen las tiendas en el momento.
Las perspectivas que comenzaron a publicarse el pasado octubre auguran un año con una inflación acumulada de tres dígitos “hecha en socialismo”, escenario que no se presenta en el país desde la crisis financiera del gobierno de Rafael Caldera en 1996. Economistas como Jesús Casique ven posible que oscile entre 100 y 108%. La firma Ecoanalítica ubica su estimación entre 110 y 120%.