La vida del venezolano discurre en una cola
A todos nos ha tocado en algún momento vivir la estresante experiencia de la espera, pero en la mayoría de los casos quienes pueden pasar tiempo en interminables colas son personas que no tienen una relación laboral e incluso hay quienes cobran por hacerlas
Niurka Franco
Si hay algo que caracteriza al venezolano tanto dentro como fuera de nuestro país, es su buen talante y sentido del humor, así como su sensibilidad, solidaridad y generosidad, no importa el lugar de nacimiento, simplemente el ser hijo de esta tierra de gracia ya nos hace únicos.
No en vano, hasta hace tres años, Venezuela ocupaba el 15º lugar en el ranking de los países latinoamericanos más felices del mundo, de acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Columbia en los Estados Unidos.
“Eso debió haber sido en otra época porque de un tiempo a esta parte nos hemos vuelto estresados y hasta violentos al tener que hacer colas para todo y en todas partes”, señala Juliana Betancourt, tras afirmar que en dos oportunidades ha quedado atrapada en medio de una riña por alimentos.
Testimonios como el de Juliana hay millones, porque la vida del venezolano actual discurre en una cola, bien sea de tránsito, en los bancos, en las instituciones públicas o privadas, en los centros de atención médica, farmacias, abastos, panaderías, estaciones de servicio, en fin casi todas las actividades que desarrollamos llevan implícita una cola.
El que espera desespera
Las esperas prolongadas causan un impacto psicológico en las personas, las cuales se predisponen y pueden incluso llegar a la agresión, de ahí que sea necesario poner a prueba nuestra capacidad para ser pacientes e inteligentes para manejar la situación de forma constructiva y no destructiva.
“Hace dos semanas estaba esperando en una cola para surtir de gasolina mi carro y de pronto vino un vivo y se metió de primero, yo le hablé de buenas maneras para que entendiera que estábamos antes que él y el hombre reaccionó diciéndome que el carro tenía las llaves pegadas, que si quería lo moviera yo, pero que me atuviera a las consecuencias”, narró Fernando Salas, admitiendo que tuvo que armarse de paciencia y ceder aun teniendo la razón, para no caer en la violencia.
De acuerdo con especialistas en el área de psicología, fomentar una espera sana no es fácil, porque requiere pensar por uno y por las personas que están en la misma condición. Es necesario cultivar la paciencia y sobre todo la buena educación.
No es nuevo, pero se ha agudizado
Sobre el tema el psicólogo José Antonio Ramírez afirma que el problema es de vieja data pero se ha agudizado con la crisis económica y la intermitencia con la que se observan los productos alimenticios, de higiene personal y de limpieza en el mercado.
A su juicio ya veníamos arrastrado síntomas de esto que hoy es un mal y que se originó en la precariedad con la que eran prestados los servicios públicos y privados. Ejemplificó su aseveración con el caso de los bancos, los hay privados y los pertenecientes al Estado, pero en ambos casos el servicio es lento y las operaciones que pueden ser realizadas en 5 minutos toman dos y hasta tres horas, lo cual se traduce en molestias para los usuarios que terminan estresados y de mal humor.
Existen según explica muchas variables en torno al problema de las colas, otra es la ausencia de competidores. Si un prestador de servicio equis, ve que no tiene competencia, incurre en el error de bajar la calidad y al hacerlo obliga a sus usuarios a tener que perder parte de su tiempo en espera.
Explica el especialista que aun cuando la población en general es vulnerable a las colas, dada la escasez, los más afectados por esta circunstancia son los sectores de clase media, porque están sujetos a un horario de trabajo que no les permite dedicar tres y cuatro horas a la espera en un local comercial para adquirir determinados productos, por muy necesitados que estén. “Este sector es el que más trabajo pasa, porque quienes tienen dinero compran lo que desean al precio que sea, sin necesidad de trasladarse”.
Hacer cola un oficio
“Si a mí me pagan por hacer la cola, yo la hago, pero eso sí cobro la mitad adelante y la otra cuando llega el turno, hasta ahora me ha ido bien y me resuelvo “ confiesa un joven que dice haber encontrado una oportunidad de ingreso a propósito de la escasez. “El año pasado cobraba 1.500 por hacer la cola para comprar electrodomésticos y ahora para alimentos, papel tualet diariamente me resuelvo con 1 mil y hasta 2 mil lucas (bolívares), dependiendo de lo que el cliente vaya a comprar y donde haya que hacer la cola, hay unos sitios más peligrosos que otros”, subraya.
Quienes hacen las colas por lo general son personas que no tienen una relación laboral, es decir la mayoría son desempleados, o personas ocupadas en la economía informal que han encontrado en esta circunstancia una oportunidad para obtener ingresos, a través de la reventa.