Venezuela. Responsabilidad de Proteger; por: Pedro Corzo / @PedroCorzo43
El término forma parte de una regla de seguridad internacional y de derechos humanos que fue presentada en la cumbre mundial de Naciones Unidas, 2005, para abordar el fiasco de la comunidad internacional en prevenir y detener los genocidios, crímenes de guerra y contra la humanidad y la limpieza étnica.
La aprobación de este principio constituyó un compromiso firme que despertó grandes expectativas sobre un futuro libre de esos crímenes, una bella promesa, hasta el presente incumplido, por quienes manejan los destinos de la humanidad.
Esa herramienta legal compromete a los estados miembros de la ONU a prestar asistencia a las naciones que lo requieran. Un compromiso universal sin precedentes, aunque hay que reconocer que nunca antes se había apreciado un nivel de asistencia a los necesitados tan alto como en la actualidad.
La solidaridad jamás se había mostrado con tanta urgencia y abundancia, aunque es prudente aclarar que la ayuda nunca es suficiente para satisfacer las necesidades de los desamparados.
A pesar de estos acuerdo la asistencia internacional es prácticamente nula o muy cautelosa cuando un país enfrenta problemas alimenticios o de salud pública, por causas de inestabilidad política como es el caso de Venezuela, por un conflicto armado como ocurre en Siria y Libia, entre otros, o cuando un pueblo está sometido a una horrenda dictadura de décadas como sucede en Cuba y Corea del Norte.
Cierto que organismos internacionales como Naciones Unidas, la Cruz Roja y otros, hacen lo posible por ayudar, además, se esfuerzan por mantener una prudente distancia del problema de origen con el fin de evitar que el conflicto se acentué y propague, así que a pesar de las buenas intenciones, la agonía de los que padecen se agudiza sin perspectivas de que la situación mejore por la falta de disposición de los que deberían hacer cumplir, la Responsabilidad de Proteger.
Las ayudas estrictamente humanitarias no son la solución. Situación escenificada al detalle en la tragedia venezolana, con independencia de que la conducta negativa de Nicolás Maduro dificulta cualquier asistencia internacional, mientras, lo poco que ingresa, se lo roba o distribuye entre sus sicarios.
Sin embargo, hay que destacar que la crítica situación de Venezuela ha determinado que por primera vez en la historia y por propia iniciativa, un grupo de países latinoamericanos se unieran para buscar solución a un problema que afecta a uno de su entorno, concertación de países que muestra una especie de madurez en lo que respecta a los compromisos hemisféricos, aunque no faltan quienes afirman que esa actitud activa y positiva no es solo por razones humanitarias, sino por la conveniencia de que los millones de venezolanos que han tenido que recibir, una situación que puede afectar gravemente la economía y la estabilidad social de los países receptores, regresen a su país.
La realidad es que la magnitud de la crisis venezolana no tiene precedentes en el continente, lo que más se aproxima es el éxodo cubano que se inició en 1959 y el haitiano. En ambos casos fue Estados Unidos el país de acogida, aunque en estos últimos años tanto haitianos como cubanos han tenido que emigrar a varios países de América del Sur, lo que muestras que en estos tiempos de globalización la carga que implica cualquier emigración masiva no es exclusiva de Estados Unidos.
Es incomprensible que el pueblo venezolano o cualquier otra nación en problemas corra grandes riesgos de sobrevivencia cuando hay varios instrumentos legales y recursos materiales que pueden ser implementados por organismos internacionales o coaliciones de gobiernos, para salvar a los ciudadanos de ser victimizado por un régimen despótico.
La responsabilidad de proteger se basa en tres pilares de igual importancia: “la responsabilidad de cada Estado de proteger a sus poblaciones, la responsabilidad de la comunidad internacional de ayudar a los Estados a proteger a sus poblaciones y la responsabilidad de la comunidad internacional de proteger a las poblaciones de un Estado cuando es evidente que este no logra hacerlo”, un compromiso profundamente humano que todo parece indicar quedara en palabra como lo muestra esta 74 Asamblea General de la ONU. Los malos siguen durmiendo bien y las buenas intenciones continúan empedrando el camino del infierno.