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Propuesta económica para la crisis venezolana

Cuando Fernando Henrique Cardozo comenzó su gobierno en Brasil, dándole continuidad al Plan Real impulsado por su antecesor Itamar Franco, del cual fue Ministro de Hacienda, el propósito era  abatir la hiperinflación, que llegaba al 3.000% anual.  Ésta se había desarrollado de la mano del Presidente José Sarney, quién para combatir la inflación creciente, impuso el control de precios y aumentos continuos de salarios, logrando desabastecimiento y la temida hiperinflación. 

El Plan Real tuvo éxito basado en disciplina fiscal, que significa que el gobierno ajusta sus gastos, sin excederse de los que ha previsto en su presupuesto anual (como un buen padre de familia),  y a la privatización acelerada de las empresas  estatales que producen pérdidas, que son cubiertas con los impuestos cobrados a los ciudadanos y demás ingresos del gobierno. Con estas medidas se  detuvo la hiperinflación en Brasil. Después de dos períodos de Cardozo, lo sucedió Lula Da Silva, quién ante la evidencia del éxito de éste, continuó sus medidas económicas mediante el sistema de concesiones, que fue solo un cambio de nombre del plan de privatizaciones adoptado por su antecesor, Fernado Henrique Cardozo,  continuando con la estabilidad financiera que fue la base del éxito de su gobierno, y continuando con las políticas sociales, como Bolsa Familia que sacó de la pobreza a 27 millones de personas, y que fue la continuación con otro nombre del plan Bolsa Escuela de Cardozo.

Lula tristemente terminó, junto con gran cantidad de miembros de su Partido de los Trabajadores y funcionarios de su gobierno, ya confesos, como reos de la corrupción que antes decían combatir, en los escándalo Lava Jato, Petrobras y Odebrecht. Un final que se puede repetir en Venezuela.

Hoy Venezuela vive una hiperinflación de 22.000% anual y ya es evidente que sólo una reforma del tipo del Plan Real será necesaria para sacar al país de esta tragedia a la que nos trajo el Chavismo. No podrá ser posible resolver los problemas generados por la barbarie expropiadora, interventora, controladora y de corrupción en todos los niveles a menos que se privaticen las empresas públicas, que el estado no puede sostener, se impulse la disciplina fiscal y se modernice el estado para garantizar la transparencia y la seguridad jurídica. Cualquier intento de cambio, o medias tintas que no toque a fondo estas variables va a fracasar.

Los partidos y movimientos opositores deben tener claro, si aspiran a conducir el país y no ser arrastrados por el tsunami social, tras una gestión tímida e indecisa, que deben elaborar una plataforma política, social y económica de cambio, que tenga un consenso amplio en relación con estas materias y que su labor política consiste principalmente en reflexionar, estudiar y prepararse y preparar al pueblo venezolano para estas acciones que tendrán rápido éxito si son apoyadas por la mayoría que hoy rechaza el Socialismo.

La política de cafetín o de fin de semana, las ambiciones personales, los líderes improvisados desconocedores de los problemas, las agendas particulares y egoístas, las componendas de los partidos y grupos para acceder a posiciones de poder, por mucho que lo disfruten, van a hacer fracasar a sus protagonistas como hasta ahora y mantendránal pueblo venezolano en su sufrimiento.

El país requiere que los dirigentes cesen sus ambiciones, presenten éste programa de cambio, que seguro el país, ante el ya demostrado efecto devastador de las políticas socialistas lo va a apoyar.Es el momento de la grandeza ciudadana. Es el momento del Qué hacer y no del Quién lo hace. Es el momento de la Coalición.

Por: Yovany Rojas / @YovanyRojas