Estudiantes de veterinaria hayan osamenta en el campus de UCV Maracay
Estudiantes venezolanos, desolados tras un macabro hallazgo
Con información de AP
MARACAY, Venezuela (AP) — Rafael Toro, un estudiante de la escuela de veterinaria más importante de Venezuela, sospechó que algo iba mal cuando una querida yegua llamada Miss Congeniality no lo saludó en la cerca una mañana reciente, como los otros miembros de la pequeña manada del centro.
La yegua alazana de ojos brillantes se había ganado su apodo por ayudar a estudiantes discapacitados a superar su miedo a montar a caballo. Dicen que era inteligente e incluso trotaba cuando la llamaban por su nombre.
Para su sorpresa, Toro descubrió la piel del animal y sus huesos desembrados escondidos entre los árboles en el pasto de una esquina del recinto universitario de la ciudad de Maracay Durante la noche, los ladrones saltaron la cerca, mataron al caballo y se llevaron su carne, bien para venderla o para alimentar a sus hambrientas familias.
“Yo reventé a llorar”, señaló Toro, quien dio la macabra noticia a los otros estudiantes. “Todos vinimos para acá, todos lloramos”.
El asesinato no es un incidente aislado. Ante el colapso económico y la desorbitada inflación en la que en su día fuera una próspera nación petrolera, los residentes tienen problemas para comprar los escasos alimentos disponibles y la delincuencia motivada por el hambre y la desesperación va en aumento.
Ganaderos de todo el país se quejan de que sus rebaños están enfrentando la misma suerte. Reportes en medios locales, ilustrados con grotescas imágenes de los animales descuartizados, señalaron que pequeños grupos de hombres fueron sorprendidos contrabandeando con carne de caballo robada.
Los profesores del campus de la Universidad Central de Venezuela en Maracay se quejan de que los ladrones se llevaron los aparatos de aire acondicionado y los cables eléctricos, obligándolos a dar clase en aulas a oscuras y con el sudor corriéndoles por la espalda.
Los bandidos parecen haber centrado su atención ahora en el sacrificio de caballos y otros animales vitales para el aprendizaje de la próxima generación de veterinarios de la nación.
La carne de un caballo adulto podría alcanzar los 1.400 dólares en el mercado, en base a la equivalencia de precios de la carne de vacuno venezolana, lo que lo convierte en un negocio lucrativo en un país donde el salario mínimo mensual de un trabajador está por debajo de los 10 dólares, según la tasa utilizada en el mercado negro.
Meses antes de la desaparición de Miss Congeniality, los ladrones mataron a dos caballos que habían sido donados a la universidad y estaban en cuarentena en un pasto cercano, explicó Toro. Desde finales de 2016, siete vacas, incluyendo un valioso toro que era el centro del programa de reproducción del centro, fueron sacrificados por bandidos que se cuelan en el campus aprovechando la noche.
“Una pérdida como esa también es algo bastante costoso”, dijo el profesor Daniel Vargas, que supervisa el programa de ganado de la universidad.
Tradicionalmente, los venezolanos han sentido repulsa ante la idea de comer carne de caballo, lo que hace que los recientes acontecimientos sean especialmente inquietantes, señalan los maestros, que sospechan que los clientes compran el producto a sus carniceros pensando que es carne de res.
La facultad reporta cada caso, pero por el momento la policía no ha detenido a ningún sospechoso. El presupuesto de la escuela está congelado desde hace más de una década, lo que llevó a los guardas de seguridad a abandonar sus puestos dejando al centro a merced de los malhechores, señalaron las autoridades universitarias.
“Pudiese ser algo interno o algo externo”, manifestó Isis Vivas, decano de la escuela de veterinaria. “Todo es posible”.
Toro, que ama los animales desde que era niño y planea graduarse el próximo año, cree que Miss Congeniality fue elegida entre la pequeña manada de cinco caballos. Tenía cuatro años y esta rellenita y en su mejor momento.
Ante la trágica pérdida, guardó su cráneo para que futuras generaciones de estudiantes puedan seguir aprendiendo de ella, como a medir la edad de un equino examinando sus dientes.
“Uno hubiese querido que ella hubiese permanecido más aquí en la facultad, que hubiese dejado una descendencia. Pero lamentándolo mucho no fue así”, dijo Toro.