El hambre no es un juego en Venezuela
A Esteban Enrique Caigua Paruta las tribulaciones no han logrado arrebatarle la sonrisa. A sus 80 y tantos años afirma que nunca como ahora había pasado tanta hambre, “lo único que le pido a Dios es un sanduchito”, afirma
Niurka Franco
El discurso oficial sobre la dignificación del ser humano, la extrema felicidad, la distribución equitativa de la riqueza y otras frases que hace casi dos décadas permitían a los más deprimidos económicamente soñar, hoyparecen letras de canciones guardadas en discos de vinil que ya nadie oye porque pasaron a ser obsoletos.
Hoy de toda aquella verborrea puesta en boga por el difunto presidente quedó archivada y quienes eran tema fundamental de mítines, charlas y discursos, hoy ni siquiera son visualizados. Tal es el caso de Esteban Enrique Caigua Paruta, un anciano que a escasos metros de la sede del ejecutivo regionalclamaba por un “sanduchito” o “cualquier cosa comestible”.
“A veces no duermo porque el hambre no me deja, las tripas me rugen y son como tigres”, afirma el anciano mientras sostiene que su sueño es poder comer todos los días.
Para Esteban todos los días son idénticos, recientemente fue su cumpleaños y no hubo felicitaciones. “Nadie me cantó cumpleaños feliz porque soy huérfano” comenta, pero no siempre fue así, dijo, mientras su mirada se pierde tal vez en algún recuerdo difuso.
Mientras habla el anciano no deja de rascarse y confiesa que sólo se baña cuando consigue un poco de agua. ”Me baño con ropa y con totuma, pero la picazón es muy fuerte, no puedo dejar de echarme uña y se me han hecho llagas”, asevera mientras se quita la camisa para dejar al descubierto una serie de ulceraciones en la espalda y costado.
Según advierte se mantiene en los alrededores de la gobernación. “Me gustaría que me ayuden con medicinas a ver si se me quita esta comezón, pero principalmente le pido a Dios un sanduchito porque tengo mucha hambre y Él me escuchó porque fíjate volviste a traérmelo”.