En busca de desodorante en el mercado negro
En Caracas es muy común ver a cientos de personas esperando afuera de los establecimientos durante horas para conseguir productos básicos
Con información de The New York Times
El nuevo corresponsal del diario norteamericano The New York Times en la región andina Nicholas Casey, realizó una crónica sobre todas las vivencias de su primer mes en Venezuela, donde narra sus experiencias para acceder a los productos básicos desaparecidos en el mercado formal desde hace un tiempo para los venezolanos, que debemos en muchos casos apelar a los vendedores informales para poder comprarlos.
Crónica del The New York Times:
Llegó el momento de escribir sobre el famoso mercado negro de Venezuela.
Hace un tiempo les conté que me recomendaron traer muchos artículos básicos debido a la escasez en el país. Aquí está mi bolso con un acondicionador, rollos de papel higiénico, detergente y, por supuesto, un desodorante.
¿Pero qué pasa cuando se acabe mi desodorante Old Spice?
Una gran cantidad de productos que no se encuentran en las tiendas son vendidos en las calles — con un amplio margen de ganancias.
Una de las razones por las que artículos como el desodorante son tan escasos en Venezuela es que los años de crisis económica dejaron al país sin la capacidad para producir muchos elementos básicos. Pero también tiene que ver con los subsidios y controles de precios.
El gobierno ha tratado de ayudar. Durante la presidencia de Hugo Chávez bajaron los precios de alimentos y otros bienes con el fin de que fuesen más asequibles para los pobres. Pero estos tiempos difíciles despiertan la astucia de algunos venezolanos. Saben que hay un negocio en la compra de bienes a bajos precios en el supermercado; y después los revenden mucho más caros en las calles.
Es una operación similar a la reventa callejera de entradas para conciertos. Pero en vez de boletas, venden huevos y leche. “Esos son bachaqueros”, me dijo un amigo que me explicó que así se les llama a los revendedores de alimentos. Mientras hablábamos vimos cómo se formaba una larga fila delante de una tienda de comestibles. En Caracas es muy común ver a cientos de personas — tanto revendedores, como residentes — esperando afuera de los establecimientos durante horas para conseguir productos básicos, como una bolsa de café.
Un bachaco es una hormiguita roja que corta hojas y se las lleva. Para los venezolanos se convirtió en el nombre del revendedor y luego generó su propio verbo: bachaquear. Yo bachaqueo, tú bachaqueas; yo revendo, tu revendes.
Esta actividad se ha convertido en un valioso servicio para las clases media y alta que no quieren pasar medio día en las filas de los alimentos. Un par de semanas después de que llegué a Caracas, decidí que era el momento de conocer algunos bachaqueros en su hábitat. Me subí a un mototaxi y me acompañaron los fotógrafos Meridith Kohut y Miguel Gutiérrez. Fuimos al mercado negro de Petare, uno de los mayores barrios de Caracas.
¿Cómo es un mercado negro de este país? Si esperas ver colmillos de elefantes y raras ofertas en oscuros callejones, saldrás decepcionado. Es igual a cualquier mercado informal de Ciudad de México, Beirut o Harlem. Hay una docena de puestos bajo un toldo, cada uno especializado en cinco o seis productos como papel higiénico y champú.
Pero ¡los precios!
El costo subsidiado de una bolsa de caraotas, o frijoles negros, es de 50 bolívares, unos 6 centavos de dólar. En el mercado costaba 700 bolívares, casi un dólar. No es un precio muy alto en Estados Unidos, pero acá las cosas son diferentes. Los maestros y funcionarios del gobierno, por ejemplo, ganan un salario mínimo que no llega a los 10.000 bolívares al mes. Es poco probable que estos granos del mercado negro estén en su menú.
Conversé con la bachaquera que vende los frijoles, una mujer de unos 40 años a la que no le gusta hablar mucho de su negocio y que no quiso posar para una foto. Si viene la policía, los revendedores deben esconderse porque lo que hacen es ilegal.
¿Por qué existe una ganancia tan grande?, le pregunté. La mujer me dice que una parte es para las personas que esperan durante horas en la fila para comprar. Ella también toma su porcentaje, por supuesto. Parece que es otra forma de ganarse la vida en un país donde es difícil conseguir empleo.
Un venezolano puede hacer mucho dinero como bachaquero. Con los que logramos hablar dijeron que sus ganancias están en el rango de los 200.000 bolívares al mes, 20 veces el salario mínimo.
Sin embargo, su oferta de productos es muy escasa porque solo venden lo que encuentran en las tiendas. Huevos (500 bolívares), café (1000 Bs.), píldoras anticonceptivas (700 Bs.), leche en polvo (600 Bs.) y otros artículos mucho más caros que al precio subsidiado.
La mujer de los frijoles también me dijo que vendía las dos únicas marcas de champú disponibles en este país: Pantene y Head & Shoulders. ¿Old Spice? Nada. No se encuentra. Supongo que tendré que acostumbrarme.