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Engordan más quienes viven cerca de ventas de comida rápida

Foto: Archivo

¿El lugar donde vive una persona puede determinar su peso? Un nuevo estudio se ocupa de relacionarlo

Con información de Neomundo

La comida chatarra atenta contra la silueta y la salud. Algunas personas la eligen más y otras menos, y parece que gran parte de la diferencia está dada por la dirección del hogar. Las personas que viven cerca de restaurantes de comida rápida consumen una mayor cantidad de estos no tan recomendables alimentos.

A dichas conclusiones llegó una investigación publicada por la revista Archives of Internal Medicine. Los autores subrayaron que, por el contrario, la gente que está ubicada en el entorno de verdulerías y supermercados no tiende a comer más sano.

La obesidad está creciendo desde hace décadas en todo el mundo, al punto que hoy en día la Organización Mundial de la Salud calcula que el 10% de la población sufre esta patología. Anteriormente este problema afectaba especialmente a las naciones desarrolladas pero hoy en día también representa una carga para los países del tercer mundo.

La obesidad dista de ser un simple problema de estética ya que aumenta el riesgo de sufrir múltiples patologías, como paros cardíacos, accidentes cardiovasculares, diabetes tipo 2, artritis y depresión, por lo cual disminuye fuertemente la calidad y expectativa de vida.

Para indagar sobre la influencia de los lugares de comida rápida en la alimentación, los autores trabajaron con 5.115 personas de 18 a 30 años de edad. Cada uno contestó un amplio cuestionario sobre sus hábitos alimenticios, la frecuencia con que consumían comida rápida y donde la compraban.

Y el lugar de residencia explicó la calidad de la alimentación ya que la cantidad de comida rápida que comía cada participante se relacionó de manera directa con la disponibilidad de este tipo de alimentos. Esta asociación fue especialmente fuerte en los hombres que vivían entre 1 y 3 kilómetros cerca de restaurantes de comida rápida.

Los autores dijeron que sus resultados deberían usarse para diseñar políticas pensadas para mejorar el acceso a alimentos sanos y para comprender mejor como armar programas diseñados a pelear contra la obesidad.