Ni gripes ni dolores tratan en Barrio Adentro
La decadencia de la misión iguala a la de la red ambulatoria. Lo evidencia un módulo en Barcelona
Salvador Passalacqua
@spassalacqua
De un fuerte sitiado por el silencio emerge una obrera incapacitada aguántandose la espalda baja y apretando los labios. Sale con nueva tribulación: no hay relajante muscular. Y si hubiera, tampoco tienen inyectadoras para aplicarlo.
Nancy Hernández, paciente de 43 años, muestra con desdén una pequeña caja de paracetamol. "La doctora sabe que esto no me va a calmar el dolor, pero eso ya no es su problema, pues", se resigna.
Sin quitar la mano de su espalda, inicia una caminata de vastas cuadras, desde el único y olvidado módulo de Barrio Adentro de Tronconal II, en Barcelona, hasta el ambulatorio Martin Buffil de Barrio Sucre.
La decadencia de la Misión Barrio Adentro iguala a la de la red ambulatoria estadal, incluso habiéndose erigido una en detrimento de la otra en 2003.
El programa social legado por Hugo Chávez agoniza en su propia cara, que mira a los pacientes desde la puerta del consultorio y casi todas las paredes. "Usted lo que tiene es gripe. Le voy a mandar amoxicilina, pero aquí no hay. Lo demás que le receto tampoco lo tenemos", indica la médico en voz alta a un enfermo anónimo.
En tres sillas de plástico, más que esperar, los demás pacientes aprecian la escena de la obra del "no hay". Todos, en su momento, serán consolados con una remisión al módulo del barrio Ezequiel Zamora, también en Barcelona y refieren que modestamente dotado.
Sobre un lavamanos, con evidente tiempo en desuso, reposa de manera accidental una cartelera con cifras reveladoras. La población total del sector es de 5.350, estiman en 4.950 la población dispensariada y solo 400 registrados.
A los vecinos más cercanos se les hace imposible distinguir si está abierto o cerrado. Solo lo confirman al ver entrar y salir pacientes. "Nunca he estado ahí dentro en este poco de años. Ahora atienden venezolanos, pero en la parte de arriba siguen viviendo unas cubanas", relata una lugareña que prefiere no identificarse.
La sustitución de la misión cubana por estudiantes de Medicina Integral Comunitaria nunca convenció a Juana Romero, otra vecina de 70 años de edad: "Siempre me acuerdo de la cubana que venía a tomarme la tensión todos los días. Visitaba todas las casas de por aquí y repartía vitaminas". Las jornadas desaparecieron de un plumazo hace cuatro años.