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En Mercal no hay pollo, leche ni orden

Foto: SP

La restricción de venta y el desabastecimiento de alimentos inquieta a los compradores

Salvador Passalacqua
@spassalacqua

La exasperación por la cacería de alimentos halló un detonante más en Mercal. Este martes se aplicó en Tronconal II, Barcelona, la restricción de ventas según el número de cédula. Antes de las 7:00 de la mañana, consumidores esperaban en una cola que se fue desnutriendo ante el anuncio de que solo podrían comprar quienes tuvieran los números 2 y el 3 al final de su documento de identidad.

Pero hubo quienes decidieron quedarse. "Yo voy a pasar sea como sea. Soy una mujer de 72 años y nadie me va a decir que no", resolvió una compradora identificada como Auxiliadora. Un grupo de al menos 20 personas se agolpó a las puertas del abasto estatal negándose a abandonar el lugar y exigiendo que se les permitiera el ingreso. "¡La gente come todos los días!", se quejó una de las enardecidas. La solución exprés para las colas terminó calentándolas aún más. 

Luisa Figuera, con su bebé dormido en el hombro, oyó el rumor de que en el abasto Bicentenario de la avenida Intercomunal Jorge Rodríguez estaban vendiendo a los afortunados cuyos dígitos de identidad terminaran entre el 0 y el 4. "Me voy para allá. Esto se volvió un bochinche. Ahora uno tiene que comprar cuando puede, no cuando quiere".

Un autobús rotulado con el nombre de la red alimentaria obstruyó la entrada, confinando la aglomeración de personas únicamente a las filas. La ausencia de los alimentos más buscados también generó inquietud. "Me llevo café, arroz, azúcar, pero no hay pollo, carne ni leche", lamentó el señor Fran Ortiz. 

Foto: SP

Más allá, en la avenida Principal de Boyacá, un establecimiento comercial regentado por chinos reguló la venta de detergente en polvo a una bolsa de 2.7 kilos por persona. "Me bajé del autobús porque una señora dijo que estaban vendiendo cuatro. No pienso hacer esta cola por una sola bolsa", se quejó Yarlin Noriega.

El minimercado Costa de Oro 888 permaneció cerrado. Los chinos entregaban las bolsas a través de las rejas. Algunos clientes cargaban dos paquetes y apuraban el paso para huir de los improperios de quienes esperaban, agobiados por un calor implacable. "Ya estoy llegando y no sé si vale la pena comprar. Cuesta 90 bolívares. Antes, con eso comprabas la comida del día", añoró Ludi Rojas.