La triste experiencia de una visitante en Anzoátegui
Anzoátegui ha perdido su atractivo turístico, la ausencia de empleo y la falta de autoestima ha llevado a muchos a pasar sus días de cola en cola en busca de la supervivencia
Niurka Franco
Franyelis Román llegó este martes al Puerto de Guanta procedente de Margarita, con ganas de pasar cuatro días de relax en un pequeño apartamento rentado en Lechería, en compañía de sus dos hijos de 1 y 3 años.
Un vistazo al reloj le indicaba que estaba a tiempo de hacer algunas compras y luego pasear por la playa. A las nueve de la mañana tomó un taxi que la llevaría a su destino. “En qué tiempo llegaremos a Lechería preguntó al conductor y éste respondió: “unos 20 minutos máximo”.
Pero una cosa es la que piensa el burro y otra quien lo arrea. Un fuerte congestionamiento en la avenida Municipal, donde se desarrollaban algunas protestas, les obligó a bajar el vidrio de la ventana para apagar el aire acondicionado y evitar el recalentamiento del vehículo.
“Abra sólo a la mitad”, advirtió el taxista a la joven mujer, sin más explicación, pero la realidad se encargó de hacerlo. Justo en el canal de al lado, en plena cola, un hombre despojaba al conductor de una camioneta de sus pertenencias, para huir luego en una moto.
Impávida pero con una reacción casi instintiva por cuidar a sus dos pequeños, la joven mujer procedió a subir los dos cristales y permaneció en silencio por más de una hora, tiempo durante el cual su mente se dedicó a repetir una y otra vez la violenta escena, que el calor de mediodía tornaba más angustiosa.
Tras ser testigo mudo de un asalto y de dos protestas consecutivas en la misma arteria vial, Franyelis se preguntaba internamente si había sido una buena decisión el haber dejado su apacible isla, para venirse a tierra firme en busca de un disfrute que de entrada, estaba negado.
Dos horas después el taxi se enfilaba rumbo a Lechería. Al cruzar por el sector Venecia, a solicitud de su cliente, el taxista a solicitud de su cliente, intentó parar en una conocida franquicia, pero fue inútil, la cola de personas que se apreciaba desde la avenida les ahuyentó. “Siga, siga, pasamos por Plaza Mayor, allí podré comprar lo que necesito”, dijo la visitante, quien no imaginó lo que verían sus ojos, después de otros 30 minutos de cola.
Una larguísima fila de gente portando sombrillas, cartones y hasta los bultos de papel tualet para cubrirse del sol anunciaba que algo estaba pasando. “Ay Dios no, ahora que pasa? “, preguntó la visitante.
El taxista exclamó con la seguridad que sólo da la experiencia. “Llegó leche, carne o pollo”. Su cliente miró con decepción el reloj, la una en punto. Los niños sudorosos ya no estaban tan contentos de haber viajado.
Una vez en el Centro Comercial Plaza Mayor, ni siquiera hicieron el intento de entrar porque la Policía, la Guardia Nacional y el desorden de la gente en cola daban la impresión de una reyerta. Franyelis se asustó y prefirió continuar.
Una vez en Lechería, pidió al taxista que parara en un negocio de asiáticos para comprar algunos víveres, agua y algo de frutas, pero fue inútil, ya estaba cerrado, hora de siesta, tendría que esperar hasta las tres.
Faltando pocos metros para llegar a su destino la joven mujer preguntó al taxista con voz agotada: “cuánto le debo señor” y la respuesta fue “800 bolívares señora”. La reacción de la mujer no se hizo esperar, “quéee, usted piensa que yo soy extranjera, yo vengo de Margarita, no de Europa, a lo que éste respondió: “ y agradezca que no le estoy cobrando el tiempo en cola, porque de ser así, sería el doble o usted cree que uno se va a meter en esas colas de gratis”.