Actividad petrolera dejó de motorizar la economía regional
Anzoátegui llegó a tener a finales de los 90, principios del 2000 cifras de empleo pujantes y todos los sectores activos. Hoy la entidad revive la historia de Ortiz en la novela Casas Muertas, de Miguel Otero Silva
Niurka Franco
Desde que en Anzoátegui se anunció con bombos y platillos el inicio del boom petrolero, esta tierra pasó a ser polo de atracción de muchas familias que vislumbraron en ella un futuro promisorio para sus hijos.
Finalizando la década de los noventa, la construcción de los mejoradores de crudo en el condominio industrial de Jose convirtió a la zona norte del estado en un verdadero bullicio, donde convergieron personas de todas partes del país y de más allá de nuestras fronteras que ofrecían sus servicios en el emporio que se levantaba como uno de los condominios industriales más grandes y modernos del mundo.
Entonces la vida apacible del anzoatiguense del área metropolitana dio un vuelco y comenzó a dinamizarse, aderezada por una actividad económica pujante que alcanzaba a todos los sectores, entre ellos el de la construcción, ferretero, carpintero, maderero, inmobiliario, comercio, industria, en fin, el crecimiento experimentado en pocos años fue vertiginoso, aunado al repunte del empleo, que exhibió su mejor momento cuando estaban en construcción los mejoradores de las empresas de las Asociaciones Estratégicas.
Reedición de Casas Muertas
El periodista y diputado a la Asamblea Nacional, Omar González Moreno, no tuvo empacho en establecer un símil entre los pueblos de la zona sur del estado y Ortiz, localidad en la cual recreó el insigne escritor barcelonés Miguel Otero Silva su novela Casas Muertas.
Describe que el ciudadano de a pie en las comunidades petroleras observa con decepción la actividad de las macollas desde donde se extrae el petróleo que va al exterior, pero que en ningún momento se traduce en beneficio para él y su familia.
“Anteriormente existía por parte de las Asociaciones Estratégicas el compromiso de compensar a la sociedad por los daños causados, la contaminación, la depredación, se creó lo que se llamó el Dao (Dirección para el Desarrollo Armónico de Oriente), donde se disponían recursos procedentes de la actividad petrolera, para obras a favor de las comunidades donde operaban, pero todo eso quedó en proyecto, hoy lo que tenemos es sobrepoblación, montañas de coque y contaminación”.
El comunicador y parlamentario reconoce que no todo fue color de rosa en aquel entonces, subrayando que el boom petrolero dio origen a un crecimiento poblacional súbito y al surgimiento de barriadas sin ningún control, sobre todo al sur de Barcelona, como el Viñedo y la Orquídea, entre otras, pero acota que las empresas aplicaban políticas como la del buen vecino, para ofrecer apoyo en materia educativa y social.
“Hoy todo eso está paralizado”, dijo, al tiempo que recordó como en la ciudad de Puerto La Cruz por ejemplo, se dio impulso a urbanizaciones para familias de clase media, como Chuparín, La Tinia y otras que conjuntamente con hoteles emblemáticos y establecimientos comerciales, conformaban un ambiente atractivo para el turismo.
Desde la perspectiva del comunicador y diputado, solo un nuevo gobierno, capaz de establecer un marco legal claro, confiable, que atraiga la inversión extranjera, permitirá un cambio en la situación que hoy vive el país y la entidad como parte de él. “La inversión extranjera pueda volver a apuntalar la industria petrolera nacional, Venezuela está condenada al éxito, estoy seguro de eso, pero con otro gobierno”, dijo.
Trabajadores en decadencia
Por otra parte y sin in pretender dar mayor crédito a la frase de que todo tiempo pasado fue mejor, Alejandro Rojas, quien laboró como ingeniero metalúrgico para algunas de las empresas de las asociaciones estratégicas, asegura que la situación que hoy vive la principal industria del país y sus trabajadores, en nada se parece a lo que hubo a finales de los noventa y principios del 2000. En su caso específico, está dedicado a un negocio familiar.
“Aquí lo que tenemos ahorita es ruina, hambre, desempleo y una clase trabajadora a la que se le impuso un bozal de arepa, mientras los sindicatos gobierneros que negocian en en detrimento del sector laboral”.
Observa que antes de la nacionalización de la industria, la mayoría de los profesionales y técnicos tenían como meta llegar a Pdvsa o a cualquiera de las empresas del sector, porque eran las que mejor remuneraban a sus trabajadores.
“Había la posibilidad de crecimiento en cuanto a conocimiento, bien a través de las instituciones existentes en el país como el Centro de Investigación, Educación y Desarrollo (CIED) o de cursos en el exterior ganados por meritocracia, hoy ni se habla de eso”.
El testimonio de Rojas, coincide con lo dicho por José Bodas, secretario general de la Federación Unitaria de Trabajadores del Petróleo de Venezuela (Futpv), quien afirma que técnicos e ingenieros de la industria petrolera en la entidad, están presentando sus renuncias ante el deterioro del ingreso.
Según el dirigente laboral, ya los trabajadores ni siquiera cuentan con el seguro Sicoprosa, otrora uno de los mejores, pero que al igual que otros beneficios que ofrecía la estatal petrolera, entró en decadencia.